1) E’ usanza comune... Es muy normal pensar que a un coro, o a una Coral, se va a cantar. Esto constituye un enorme error. Los que acuden a los ensayos lo hacen esencialmente para ponerse al día sobre noticias y acontecimientos. Es lo mismo que ir a la peluquería, con la ventaja de tener mucha más gente para poder charlar. Una vez arreglado el país, se pasa a la crítica del maestro o director (lo que constituye su principal utilidad) : como va vestido, si está mal afeitado, si va despeinado, si ha cambiado de coche, de mujer o de novia, cuanto (demasiado) cobra y quien lo recomendó para acceder al cargo.
2) Llegar puntual, o peor todavía con anticipación, está totalmente desaconsejado: se pierde tiempo sin ningún provecho, ya que los primeros diez minutos o más, el maestro los dedica a calentar las voces con absurdos ejercicios. Un buen coralista no tiene necesidad de ello en absoluto. Debe llegar siempre durante la ejecución de un fragmento complicado y, saludando a voces -o mejor todavía, estrechando la mano a todo el mundo-, colocarse junto a quien le parezca.
3) Cuando el maestro repase un pasaje musical con una sola de las cuerdas, es preciso evitar el silencio. En estos casos, se recomienda encarecidamente cantar otro fragmento lo más diferente posible al primero. Por ejemplo, si las sopranos están corrigiendo un nocturno de Mozart, las contraltos pueden entonar "Jingle bells" mientras los tenores tararean "Dúbula" y los bajos "O voso galo". Sería ideal que cada uno cantara un trozo distinto de cada canción. Esta práctica es la que se conoce como polifonía.
4) Un «perfetto corista» debe fumar al menos un paquete de Ideales cada día. Es recomendable, antes del ensayo, comerse una ensalada de cebolla y ajo y entablar una discusión con el director. No te laves los dientes; utiliza palillos o hilo dental durante el ensayo. Prohibido comer caramelos, pero puedes masticar chiclé. Antes de un concierto, debes aplicar estos preceptos con especial interés. Pasar la noche anterior en una discoteca podría ser lo mejor, siempre que la música sea ensordecedora, comas y bebas con desmesura y termines de madrugada. Además de todo ésto, se aplica tambíen para los conciertos la regla expresada en el punto 2.
5) El no asistir al ensayo general, evita tener que escuchar tediosas instrucciones del tipo "iremos vestidos de este modo; el orden del programa será el siguiente; debéis estar a tal hora en tal sitio, etc.". El buen coralista llega al concierto (con retraso) vestido como más le gusta y, caso de llevarla, con una carpeta cualquiera mayormente adornada con pegatinas de colores ácidos. Al maestro, bastará con decirle que "como no pude asistir al ensayo general, no lo sabía"
6) El director está siempre convencido de estar por encima de tí. Por eso, el verdadero coralista debe protestar siempre de cualquier cosa que diga o haga el director. Es conveniente formar un "grupo de oposición" con el objetivo de hacerle perder el puesto. Recordad que cualquiera puede dirigir una Coral, basta con comprar uno de los miles de ejemplares que existen del "Manual del Director de Coro" y, si se quiere, leerlo. Pídele al maestro que te preste el suyo.
7) Uno de los peores vicios de los directores suele ser el interrumpir la "sempre perfette e superbe" interpretación del coro con ridículas y tontas frases del tipo "ésto más forte, esto otro más piano; ojo con este fragmento; cuidado, que habéis calado; así si, así no, etc.". Aún es peor cuando se pone a hablar de "cuando yo cantaba en ..., cuando dirigía el coro de ..., cuando estudiaba con ..." En estos casos hay que interrumpirle con rudeza diciendo: "cuando en este coro no se perdía el tiempo y se trabajaba a gusto... Ahora perdemos demasiado tiempo, ya no se puede más. ¡Ah!, que tiempos aquellos, que tiempos aquellos". O mejor todavía: "cuando usted (preferiblemente, cuando tu) no estabas todavía en esta Coral, ya habíamos salido por televisión. ¡Y habíamos cantado... y nos publicaron críticas con toda clase de elogios!
8) Del mismo modo que se come para vivir, se canta para comer y beber. De aquí se deduce que el director debe pagar de su bolsillo un aperitivo a todos los coralistas para hacerse perdonar las capulladas (por eso algunas corales gustan de decir que cantan "a capulla") que les hace durante ensayos y conciertos. Si no accede, recordarle que él es quien se ha arrogado el título de "Maestro de Coro" de esta excelsa Coral y que el mérito de los éxitos que se logran es exclusivamente de los coralistas.
9) Si el maestro se llegara a calificar de compositor, no le creáis. Vuestro director musical no puede escribir piezas bellas, por lo que deberéis exhortarle con dulzura a que deje de escribir música. El mejor sistema es decirle: "nunca en toda mi vida había oído nada más chapucero". Si por un casual resulta una pieza bonita, cosa imposible, decidle que ya lo habíais oído tocado por una orquesta de pueblo y que sonaba mucho más bonito.
10) Si el director pretende ensayar una canción en latín, protestad. Recordadle que vivimos en tiempos modernos. Si os quiere hacer cantar en italiano, decidle que los mejores compositores han escrito en latín y que un verdadero coro debe cantar también en latín. Si pretende que cantéis ópera, por ejemplo una adaptación suya del "Va pensiero", respondedle que ésto no es el coro de la Scala, y si aduce que lo que somos es un coro de irse a cascala, decidle que la culpa es suya, continuando como queda descrito en el punto 7.
No olvidemos por último a algunos de los personajes que orbitan alrededor de una Coral:
El organista: Solamente aprendió a tocar el clavicordio con las monjas y se siente frustrado por no haber podido asistir al Conservatorio. Cuando toca con los pedales, desafina menos con el pié derecho. A veces, logra dar las notas exactas y a tiempo.
El cura
: Éste si que es el jefe de todo. Aparece de improviso de la nada e, interrumpiendo el ensayo, se pone a criticar el repertorio actual y el general. Todo el mundo le da la razón, pero en cuanto desaparece, todos están contra él, reprochándole tener un enorme saco de perras y no soltar un céntimo para el coro.
Il presidente (del coro):'è un grande ruffiano. En la práctica, solo vale para evitar discusiones, mediando entre el director y el cura, entre el cura y el organista, el organista y el maestro, el maestro y el cura etc. Cuando la cosa comienza a ponerse fea, no tiene más que amenazar con dimitir del cargo y todo vuelve a la normalidad